Vimos a Dolly en el museo:
giraba sobre sí misma
detrás de una campana de cristal
Sus ojos muertos
reflejaban el brillo
de muchas luces led
que la apuntaban
y los flashes de los turistas
como yo
Le pedí perdón en silencio
por tanta obscenidad
El mal precio de la fama,
ya saben, no es puro cuento.
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